La envidia es la tristeza por el bien ajeno. Es un sentimiento o estado mental de dolor o desdicha por no poseer lo que tiene el otro, ya sea en bienes, atención de los demás, o cualquier otra cualidad o cosa ya sea tangible o intangible. Lo triste de este sentimiento radica en que el envidioso lo que realmente quiere no es ese bien material o cualidad intangible, algo que podría resultar motivador e incluso positivo. Por el contrario, lo que al envidioso le duele e irrita es el hecho mismo de que el otro lo posea.
¿Qué caracteriza al envidioso?
- Le produce tristeza el bienestar y la fortuna de los demás. Por ejemplo, él ve los bienes del otro, pero no las dificultades, ni las privaciones, esfuerzos y/o desventajas que ha tenido que superar para conseguirlos.
- Tiene este sentimiento por personas con las se puede comparar. Por ejemplo, entre hermanos que han recibido las mismas oportunidades y educación y, sin embargo, sus logros de adultos no han sido los mismos.
- Lo que le molesta no son tanto las riquezas materiales del otro, sino la misma persona poseedora de esos valores. Siente el bien del otro como mal propio. Por eso, dirige su agresividad contra él. No pretende obtener sus bienes, sino destruirlos y, a ser posible, destruirlo a él también. Su envidia es sádica; viene a decir: si yo no puedo tener eso, haré que no lo tengas tú.
- Cuántos más favores, atenciones o regalos le haga el envidiado, más fuerte será en el envidioso el deseo de eliminarle. Pues el regalo, la generosidad del envidiado le recordará siempre que él es inferior o pondrá en evidencia sus carencias.
La envidia es un sentimiento que nunca produce nada positivo en el que lo padece, sino una profunda amargura. Y se ha observado que sentimientos como la envidia y los celos están estrechamente relacionados con un pobre autoconcepto y con la inseguridad personal.
¡¡¡¿La envidia entre hermanos?!!!
La familia es el primer sistema en el que nos integramos. Es el entorno en el que aprendemos cómo funciona el mundo y donde nos desarrollamos como personas estableciendo vínculos y socializando. Determina nuestra personalidad, nuestra seguridad personal, la forma en la que nos autovaloramos y valoramos a los demás,… Sin embargo, la envidia, los celos, las peleas o la rivalidad entre hermanos, cuando son pequeños, se normalizan y se interpretan como propias de la relación. Con el paso del tiempo, las percepciones que hemos tenido de ser menos valorados, de “ser menos que” se van enquistando y es, entonces, cuando aparecen numerosos conflictos que se tienden a ocultar. Se ocultan, entre otras razones, por la propia vergüenza que siente el envidioso al tener este tipo de sentimientos. Cuando se espera, por el contrario, que mantenga una relación de amor y cuidado con el hermano al que envidia.
¿Cómo identificar al hermano tóxico, al hermano envidioso?
- Independientemente de lo que ocurra, adoptará un rol de víctima y te hará a ti responsable. Si hay un culpable de que algo le salga mal, ese serás tú. No toman responsabilidad de su propia vida.
- Te exige a tí cosas que ellos no hacen, ni dan. Le debes satisfacer sus necesidades y, si tú buscas satisfacer las tuyas, te dirá que eres un egoísta. Es el caso de familias, en las que solo uno de los hermanos cuida de los padres, pero cuando llega el reparto de algún bien material exigen que todo sea repartido al 50%, sin que hayan hecho absolutamente nada para merecerlo.
- Si el hermano envidiado fracasa, se alegra, aunque él también pueda salir perjudicado. Es la envidia en todo su esplendor: la alegría y el regodeo del envidioso por el fracaso del envidiado. Así que ¡¡Ni se te ocurra contarle nada acerca de tus derrotas!!
- Y por supuesto, siente malestar cuando nos ofrecen algo que él ni siquiera quiere. Porque lo que le molesta, simplemente, es que alguna vez tengamos un privilegio. No se trata de «yo lo quiero», sino de «lo que quiero es que tú no lo tengas».
En el entorno familiar solemos permitir, perdonar en exceso y mantener las relaciones ocultando los conflictos. Pero esto no nos ayuda en nada a nivel personal. Si establecemos límites, solemos tener sentimientos de culpa. Sin embargo, por el propio bien personal, en muchas ocasiones, dado que las emociones son libres y el hermano tóxico no tiene control sobre ellas, no nos queda más remedio que poner distancia.
Recuerda que eres responsable de tu vida y que la familia no la elegimos.